Ética telúrica para una era virtual
Aunque suene contraintuitivo, la crítica de la actual configuración de “lo digital” no exige tener demasiados conocimientos a nivel técnico en tanto que se mantengan las intuiciones éticas fundamentales.
Aunque suene contraintuitivo, la crítica de la actual configuración de “lo digital” no exige tener demasiados conocimientos a nivel técnico en tanto que se mantengan las intuiciones éticas fundamentales.
La idea misma de habitar en Metaversia, un universo artificial obra de la mano humana, únicamente podría resultarle seductora a un tipo humano revuelto contra su condición de ser natural.
Optar a la fama es indisociable de la firma de un contrato diabólico, en el que se entrega el alma individual a poderes oscuros que seducen con la promesa de endiosamiento (hybris).
La publicidad de una hamburguesería presenta el retrato de una sociedad dominada por dispositivos culturales altamente adictivos, los cuales trabajan afanosamente por reducir al ser humano al más puro instinto a través de la manipulación dopamínica.
La incorporación acrítica de dispositivos tecnológicos sobresocializantes, basados en el intercambio de dosis de dopamina (las redes sociales) ha propiciado que el sujeto se convierta en una personalidad tan dependiente de los perfiles de terceros como lo es el NPC respecto de su programador.
Igual que el soma de “Un mundo feliz” funcionaba como dispositivo de control mental, la producción artificial de dopamina sirve para inhibir la facultad introspectiva y persistir en la eterna huida hacia adelante de la sobresocialización digital.
El objetivo de las “botnets humanas” es reproducir las mismas condiciones 1) de jerarquía, 2) de nula autonomía y 3) de instrumentalización de los componentes que se dan en las botnets “mecánicas”, para que desde el centro de mando se puedan pilotar los comportamientos de la masa.
A través de las actualizaciones constantes se inhibe la facultad que el humano tiene para adquirir distancia de los hechos cotidianos y someterlos a examen intelectual.
El gran interrogante que surge con la eliminación de QAnon no reside en el “por qué” sino en el “cómo”. Concretamente, cómo ha hecho la empresa para elegir específicamente a esos 70.000 de entre todos sus usuarios.
Lejos de desaparecer, el trumpismo se encuentra ya buscando canales alternativos de comunicación, en los que poder exponer sus puntos de vista sin temer que se les silencie.
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